El olvido del recuerdo
En el espacio que hoy ocupan el Museo de Santa Cruz, la antigua Biblioteca Pública del Miradero, y los conventos de Santa Fe y la Concepción Francisca, construyó el rey Al-Mamún en el siglo XI los llamados Palacios de Galiana. Es en estos palacios donde se ubica la famosa leyenda por la cual el rey Alfonso VI conoció la manera de reconquistar Toledo.
EL REY DE LA MANO HORADADA Cuando Sancho II de Castilla arrebató a su hermano Alfonso el reinado de León, éste solicitó residencia en Tolaitola al monarca musulmán Al-Mamún, quien con gran hospitalidad se la dio en su lujoso palacio de Galiana. La amistad entre el árabe y el cristiano se remontaba a años atrás, y a pesar de las diferencias políticas y religiosas, su afecto estaba por encima de todo. Pero como no todos los integrantes del gobierno de Al-Mamún confiaban en la estancia del desterrado en tierras toledanas se hubo de firmar un pacto; el cristiano tendría todo cuanto necesitara durante su estancia en Tolaitola, y a cambio ofrecería su lealtad desestimando reconquistar la ciudad en caso de que recuperara su trono de León. Alfonso llevaba una vida tranquila y placentera, dedicado a sus aficiones favoritas entre las que se encontraban la caza en los montes de los alrededores y la charla con los personajes más eruditos e importantes de Tolaitola, con los que entabló gran amistad. Para fraguar esta amistad el exiliado invitó a todos estos personajes a un banquete en el palacio de Galiana, y entre los invitados también se hallaba, naturalmente, el rey Al-Mamún. La comida ofrecida por el anfitrión fue deliciosa, pero el plato fuerte llegó tras el almuerzo, cuando todos los invitados se pusieron a departir sobre la ciudad y su invulnerabilidad. Los árabes estaban convencidos de que Tolaitola no podría ser conquistada jamás por ningún ejército por muy numeroso que fuera, pero el joven monarca exiliado encendía sus ánimos discrepando sobre ello. La discusión poco a poco fue subiendo de tono, y el prudente Al-Mamún instó a los suyos a salir a dar un agradable paseo por los jardines y así enfriar los exaltados ánimos. -Os noto preocupados. ¿Es que acaso creéis posible lo que dice Alfonso? –preguntó a los suyos Al-Mamún-. -Es totalmente imposible –contestó uno de ellos-. -La seguridad de la ciudad está garantizada –dijo otro-. -Existe una posibilidad –añadió un tercero-, pero es necesario disponer de numerosos hombres, y sobre todo mucha paciencia. -¿Y cuál es esa posibilidad? –preguntó intrigado el monarca musulmán-. -Tolaitola es inviolable en el interior de sus murallas, pero su abastecimiento procede de la vega que se encuentra extramuros. Si un ejército lo suficientemente numeroso asedia la ciudad y devasta su vega tiene grandes posibilidades de hacerse con la ciudad. Todos asintieron al escuchar tal teoría, pero no le dieron mayor importancia considerando la magnitud necesaria de hombres y armas. Mientras tenía lugar esta conversación, Alfonso, que había quedado solo en el interior del palacio, salió al jardín, y percatándose de la importancia de aquella charla se tumbó tras un pretil desde donde escuchó todo el debate y lo anotó mentalmente para tiempos posteriores. Cuando los musulmanes dieron por concluida su tertulia y se disponían a volver al palacio fue cuando descubrieron a Alfonso tumbado sobre la hierba durmiendo, o al menos aparentándolo. Inquietados por la trascendente conversación que habían mantenido decidieron comprobar si el leonés se hallaba o no realmente dormido. Para ello Al-Mamún ordenó, en voz lo suficientemente alta como para ser escuchado por Alfonso, que le echaran plomo fundido sobre una de sus manos. Se desconoce si Alfonso oyó o no esta orden, pero lo real es que no movió la mano un solo milímetro. Los sirvientes trajeron el plomo fundido, y sólo cuando la primera gota tocó su piel fue cuando el leonés aparentó despertar entre alaridos de dolor. Este comportamiento del cristiano tranquilizó a los musulmanes, que desde aquel día comenzaron a llamarle “el de la mano horadada”. Años después, cuando murió Al-Mamún y recuperó su trono Alfonso, consideró éste que su pacto de no agresión quedó nulo, y aquel anecdótico sufrimiento le sirvió para conocer la forma de conquistar la preciada ciudad. |
Se da por cierto que en esta ubicación es donde nació uno de los reyes más célebres y destacados de la historia; Alfonso X conocido como “El Sabio”. Personaje muy importante para la historia de la ciudad no solamente por haber sido toledano de nacimiento, sino por ser el creador de la célebre Escuela de Traductores de Toledo, y considerarse su reinado como el cúlmen de la discutida convivencia de las Tres Culturas en la corte toledana.
Para rememorar el nacimiento de tan notable personaje, el 23 de Noviembre de 1921 con motivo del séptimo centenario de su nacimiento, la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias históricas de Toledo colocó una lápida en el Paseo del Miradero en el que podía leerse la siguiente inscripción: “En estos que fueron Alcázares reales nació en 23 de noviembre de 1221 Don Alfonso el Sabio. En igual día de 1921 le erige esta lápida la Real Academia de Bellas Artes”.
Nos habla el historiador Rafael del Cerro Malagón de los actos celebrados aquel día, que comenzaron con una misa en la Catedral, celebrada por el obispo auxiliar, y en la que participaron representantes de casi todas las instituciones (a excepción de la municipal). Desde allí desfiló una comitiva desde la Puerta del Reloj hasta el Paseo del Miradero, en donde fue descubierta la placa. Por la tarde continuaron los actos literarios y musicales en el Ayuntamiento.
La placa que se colocó aquel día continúa allí dando testimonio del nacimiento del monarca en aquel lugar, aunque la pátina del tiempo y el paso implacable de los años la han deteriorado de manera que apenas se puede distinguir el texto. No estaría mal que alguien tomara cartas en el asunto y se retocara aquel recuerdo que ha caído en el olvido.