El Cementerio de La Misericordia
Existe hoy en día extramuros de Toledo, ante la conocida ermita del “Cristo de la Vega”, un peculiar edificio que suele pasar desapercibido para toledanos y visitantes. Se trata del actual “Centro Cultural San Ildefonso”, propiedad de la Diputación Provincial de Toledo, y que se destina a albergar exposiciones y diferentes actos culturales, aunque no con demasiada frecuencia. El edificio rectangular cuenta con dos plantas, y está rodeado por un típico muro de piedra laminada al que se accede por una portada que no tiene nada que envidiar a las de algunos palacios y monumentos del resto de la ciudad. En un lateral, una puerta de hierro forjado permite vislumbrar el interior del recinto.
Todo el conjunto fue restaurado en la última década del pasado siglo XX para cumplir la función que ya hemos comentado.
Hace varios siglos este terreno fue ocupado por la antigua Basílica de Santa Leocadia, que se extendería hasta la ermita del “Cristo de la Vega”, y posiblemente algo más. La tradición afirma que en esta basílica fue enterrado San Ildefonso, antes de que se trasladaran sus restos a Zamora, por lo que dentro de la propia basílica se construyó una ermita dedicada al santo toledano para servirle de sepultura. Y se piensa que aquel pequeño santuario se levantaba precisamente en este pequeño espacio, hasta el siglo XIII, como afirma el Vizconde de Palazuelos en su “Guía Artística de Toledo”.
Antecedía a la ermita un pequeño cementerio en el que eran enterrados todos los fallecidos en el Hospital de la Misericordia y otros establecimientos de beneficencia, teniendo constancia de su última utilización para tal fin en el año 1885, en que se declaro en Toledo la última epidemia de cólera. A partir de aquel año solo se enterraron en aquel cementerio a las religiosas de la Caridad que ayudaban en los diferentes hospicios, motivo por el cual comenzó a conocerse de forma más coloquial como “el cementerio de las monjas”
En este caso lo traigo a Misterios de Toledo por una curiosa inscripción en el dintel de la puerta junto a unas ilustraciones bastante gráficas que dejan bien patente la función del edificio. La inscripción reza “Año de 1710. Teme la ora (sic)”, flanqueada por dos calaveras que están cruzadas por sendas tibias.
No encierra gran misterio este detalle, si nos atenemos al lugar en el que está situado. Aunque resulta curioso el mensaje tan explícito e ilustrado.
También resulta curioso, como chascarrillo final, que en este centro cultural se haya instalado en los últimos años una oficina auxiliar para la presentación de la declaración de la renta, por lo que muchos toledanos que hemos acudido a este lugar, borrador en mano, hayamos sentido un escalofrío al cruzar esta puerta y realmente haber temido la hora.